El llamado “vino del Rhin” se menciona con frecuencia, históricamente, en referencia a vino blanco, suave, de fino bouquet. En Alemania, donde se ubica su origen, naturalmente, los viñedos destacaban por la producción de vino blanco desde el tiempo de los romanos.
En la Edad Media y épocas siguientes la literatura reflejó en varias ocasiones el aprecio por el vino del Rhin como símbolo de fineza o delicadeza.
La Historia destaca la preferencia de algunas personalidades por el vino del Rhin. Es el caso de Beethoven, en las cartas que solicitaba a amigos le enviaran “botellas del vino del Rhin o Mosela” pues por su casa no encontraba vino que no fuera adulterado (así lo dice...). El Emperador Carlos V, en la Historia de España, es recordado por sus pedidos de vino del Rhin.
Lo destaca Shakespeare, en “El Mercader de Venecia”, cuando la hija de Shylock se ha fugado y su padre está enfurecido. Así compara Salarino, frente Shylock, al padre y a la hija:
“... “SHYLOCK.- Será condenada por eso.
SALARINO.- Indudablemente, si el diablo pudiera ser su juez.
SHYLOCK.- ¡Mi carne y mi sangre revelarse así!
SALANIO.- ¡Fuera, fuera, vieja carroña! ¿Es que se revela eso a tu edad?
SHYLOCK.- Digo que mi hija es mi carne y mi sangre.
SALARINO.- Existe más diferencia entre tu carne y la suya que entre el ébano y el marfil; más diferencia entre vuestras dos sangres que entre el vino tinto y el vino del Rhin. ...”
También en el “Fausto” de Goethe se destaca el vino del Rhin como una fina bebida:
(Segunda Parte de la PRIMERA PARTE.)
“ALTMAYER.- ¡Viva la libertad! ¡Viva el buen vino!
MEFlSTÓFELES.- Gustoso bebería un trago en honor de la libertad, si fuera un poco mejor su vino.
SIEBEL.- No te atrevas a repetir eso.
MEFISTÓFELES.- A no temer que el dueño lo tomara a mal, ofrecería a esos dignos convidados algo de nuestra bodega.
SIEBEL.- Puedes hacerlo sin ningún cuidado; yo respondo por ello.
FROSCH.- Danos de él un buen vaso, si quieres que se te elogie; lo que es yo sólo soy buen conocedor cuando puedo echar buenos tragos.
ALTMAYER, en voz baja.- Deben ser del Rhin; estoy seguro.
MEFISTÓFELES.- Denme un barreno.
BRANDER.- ¿De qué te servirá si no tienes ninguna cuba?
ALTMAYER.- Ahí ha dejado el huésped una cesta de herramientas.
MEFISTÓFELES, tomando el barreno de manos de Frosch.- Díganme ahora cuál quieren gustar.
FROSCH.- ¿Qué quieres decir? ¿Acaso tienes un gran depósito?
MEFISTÓFELES.- Elija cada uno el que le agrade más.
ALTMAYER a Frosch.- ¡Ah! ¡Ah! Veo que empiezas ya a relamerte.
FROSCH.- ¿Y por qué no? Ya que puedo elegir, yo pido vino del Rhin; la patria es la que produce siempre lo más selecto.
MEFISTÓFELES, mientras abre agujero en el borde de la mesa, junto a la silla de Frosch.- Dame pronto un poco de cera para que sirva como tapón.
ALTMAYER.- ¡Ah! ¡Ah! Esto es un juego de manos.
MEFISTÓFELES, a Brander.- ¿Y tú?
BRANDER.- Yo quiero champaña, que sea muy espumosa.”
Finalmente, en este breve elenco de menciones del -vino del Rhin en la Historia o el Arte, no dejamos de mencionar la fina referencia que hace Paul Verlaine (30 de marzo de 1844, Metz - 8 de enero de 1896, París, ambos Francia) al vino del Rhin en su poema “El Beso” (tercera estrofa).
“El beso
¡Beso! ¡malvarrosa del jardín de las caricias,
vivo acompañamiento en el teclado de los dientes,
dulces canciones que Amor entona en los corazones ardientes
con su voz de arcángel de languideces encantadoras!
¡Sonoro y gracioso Beso, divino Beso!
¡Voluptuosidad sin rival, embriaguez inenarrable!
¡Salud! El hombre inclinado sobre tu copa adorable,
se embriaga de una dicha que no sabe agotar.
Como el vino del Rhin, y como la música,
Tú consuelas y meces, y la pena
Expira con el gesto en tu pliegue purpurino...
Que otro más grande, Goethe o Will, te dirija un verso clásico.
Yo no puedo, mezquino trovador de París,
Ofrecerte más que este ramillete de infantiles estrofas:
Sé benigno y, como premio, sobre los labios amotinados
De Una que conozco, Beso, desciende y ríe. ”
(El destaque en "negrita" es mío...)
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