Érase un Rey persa que mandó guardar un importante volumen de uvas en los sótanos de palacio. Con el tiempo, ahí guardadas... las uvas comenzaron a fermentar. Un intenso aroma se esparcía desde el depósito por todo el Palacio. Pensaban que era un veneno que se atesoraba... Era un misterio... Todo lo nuevo genera temor, hoy y siempre.
Por entonces Jamishid, una de las damas del harem de este Rey persa, desesperada porque ya no era la favorita decidió suicidarse. Entró en el depósito y comenzó a beber el supuesto veneno... y bebió y bebió... pero no murió. Todo lo contrario, según cuenta la Historia. Esa bebida le dio ánimo, la fortaleció... fue a compartir con el Rey su hallazgo.
El Rey probó y le encantó... Jamishid y él se reconciliaron. Final feliz. ¡¡Sonrisas y calor de vino!! :-) :-) :-)
Bueno... En algún momento de la Historia, en algún lugar, algo así puede haber sucedido.
En realidad, históricamente hablando, el vino es muy anterior a los persas. Surge probablemente de la casualidad y la experimentación instintiva de esta raza nuestra, los humanos. O, mejor dicho, de alguno de nuestros antepasados de la raza humana. Todo comenzó con la sedentarización.
Que saber hacer vino es uno de los atributos que nos distinguen del resto de las especies vivientes... ¡¡¡caramba!!!
Igual, qué linda esta conocida leyenda... #FinalFeliz
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