En "Otelo", en la escena que elegimos, la frase que clama al vino, tiene real fuerza.
Te transcribo brevemente unos diálogos anteriores, para contextualizarla, y mirala.
SEGUNDO ACTO
TERCERA ESCENA
Una sala del castillo.
(Se van todos menos Yago y Casio.)
YAGO
¿Estás herido, mi teniente?
CASIO
Sí tal; y no hay cirujano capaz de sanarme.
YAGO
¡No lo permita Dios!
CASIO
¡Reputación, reputación, reputación! ¡Ay, he perdido mi reputación! He perdido la parte inmortal de mi ser, y lo que queda es bestial. ¡Mi reputación, Yago, mi reputación!
YAGO
A fe de hombre honrado, pensé que habías recibido alguna herida corporal, lo cual importaría más que la reputación. La reputación no es sino una vaga y engañosísima impostura, que, no pocas veces, se adquiere sin mérito y se pierde sin culpa. No has perdido reputación alguna, a menos que tú mismo la juzgues perdida. ¡Ánimo, hombre! Hay medios para volver a captar la buena voluntad del general. No ha hecho más que relegarte en un momento de cólera; cuyo castigo te impone más por política que por malicia; como cuando pega uno a un perro inofensivo con objeto de asustar a un fiero león; vuelve a suplicarle, y será tuyo.
CASIO
Le suplicaré que me desprecie antes que engañar a tan buen jefe con un oficial tan liviano, tan borracho y tan indiscreto como yo. ¡Por vida de...! ¡Emborracharse un hombre, parlotear como un loro, y disputar, y fanfarronear, renegar y hablar sin sentido, como un pelafustán con su propia sombra! ... ¡Oh espíritu invisible del vino, si aún no tienes nombre alguno por el cual se te pueda conocer, te llamaré demonio!
¡Espectacular!
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